Me llamo Alicia, y yo Alejandro.

Ahora somos amigos pero en su momento fuimos pareja más de 8 años.

Nuestro propósito es contar, cuáles fueron aquellos aspectos que hicieron que nos distanciáramos en el tiempo, ya que, a pesar de intentarlo una y otra vez, no hubo otra opción que acabar con nuestra relación de pareja.

Se nos hace difícil discernir realmente qué aspecto fue el detonante de nuestra ruptura puesto que no solo fue uno.

Nuestro principal error fue ignorar o no afrontar en cada momento los diferentes problemas que fueron surgiendo en nuestra relación.

A eso le añadimos que ambos nos idealizamos colocándonos en un pedestal, y claro, nadie tiene las capacidades o virtudes para ocupar ese lugar.

Esto provocó una decepción continua y un cuestionamiento continuo sobre si, nos adaptábamos a la imagen preestablecida que teníamos el uno del otro. Lo que nos llevó a plantearnos si realmente la persona que teníamos al lado era o no con la que queríamos estar.

Nadie es perfecto. Hay que saber aceptar a la pareja, tanto con sus fortalezas como debilidades, y no entender que la felicidad depende de forma exclusiva de si la pareja es perfecta o no.

Además, los dos pensábamos que el amor lo podía todo, cosa que es mentira. Estar enamorado o querer a la otra persona es esencial, pero no determinante para mantener la relación de pareja porque te lleva a una actitud pasiva ante cualquier problema o dificultad, y eso no soluciona nada.

Pensar que el amor lo puede todo, te lleva a cometer el mismo error, una y otra vez.

Con el paso de los años, los dos hicimos responsables injustamente uno al otro de dicha situación, provocando una atmósfera de malestar y frustración continua, de la que cada vez se nos hacia más difícil salir.

Las relaciones de pareja, tanto en los buenos como en los malos momentos, no dependen exclusivamente de una única persona sino de los dos miembros de la pareja.

El detonante definitivo fue el resentimiento, no éramos capaces de aceptar y olvidar los errores cometidos el uno con el otro, aprovechando cada momento o discusión para sacarlos a la luz y echarlos en cara (y tú más).

La mejor opción si uno está equivocado es pedir perdón.