Me da rabia pensar que ayer era tarde.
Da igual dónde me encuentre o que esté haciendo, la vida me puede cambiar en un segundo. Unas veces por mis decisiones pero otras veces no.
Nadie me dijo que fuera a ser fácil.
Me adapto, afronto pero también me conformo.
Planteo preguntas de la cuales no obtengo respuesta. ¿Por qué a mí?
¿Qué es realmente lo importante?
El dinero, mis objetivos, estar con las personas que quiero, ambas, quién sabe.
Qué difícil se hace elegir. ¿estaré haciendo bien? ¿es realmente lo que quiero?
Las subidas y bajadas forman parte de mi día a día, donde la duda, la incertidumbre, el miedo, la rabia, la tristeza siempre están presentes.
¿Qué es ser feliz? Hacer lo que quiero, cuando quiero y como quiero.
O ser consciente y sentir en cada momento aquello que hago como si no existiera un mañana.
¿Realmente valoro lo que tengo? ¿Y a quién tengo a mi alrededor?
Pongo excusas y justificaciones para sentirme mejor conmigo mismo y negar la realidad.
¿Estoy teniendo en cuenta lo que he conseguido hasta ahora o soy capaz de hacer?
Pienso en el mañana olvidándome del hoy.
En vez de dar las gracias por tener un día más para luchar por mis sueños.
Parece todo tan fácil, pero a lo mejor lo es y no me estoy dando cuenta.
Lo que si sé, es que mis circunstancias determinan mi poder de elección, y ante cualquier dificultad la opción más fácil es rendirse.
Por eso, da igual dónde esté o el día que sea, cada vez que me levanto por las mañanas, me repito tres frases:
¿Y por qué no? ¿Y por qué no yo? ¿Y por qué no ahora?
La vida pasa tan rápido que cuando te quieres dar cuenta ya es tarde, aunque dicen que nunca es tarde para hacer lo que uno quiere.