Lo tenía todo dispuesto, esta vez sí.
Sus ojos comenzaron a recorrer mi cuerpo, mi mirada era solo suya.
Con sus manos comencé a sentir calor, con su labios empecé a sentir placer.
Sin embargo, entre mis pensamientos había uno que no podía hacer desaparecer. “espero que no me pase lo mismo de siempre”
Mis uñas recorrían su espalda.
Sus brazos mi cuerpo.
Al oír mi voz, el placer era más intenso.
Las gotas de sudor recorrían nuestros cuerpos.
El tiempo se había parado por un momento.
Él, igual que yo, solo buscaba el placer, disfrutar el uno del otro.
Sin darme cuenta, nos habíamos convertido en única persona.
Sus labios junto a los míos dibujaban una pequeña sonrisa.
Como me temía, mis preocupaciones volvieron a parecer, pero esta vez con mayor intensidad.
Esto tiene que tener alguna solución, no creo que me pase a mi sola.
Si disfrutar de las relaciones sexuales, disfruto, pero al acabar me falta algo y esa sensación no puede seguir.
Si no lo puedo conseguir con otra persona, lo intentaré yo sola.
Tumbada en la cama, me lo imaginé acercándose hacia mí. Acariciándome las diferentes partes de mi cuerpo.
Las sábanas y la ropa comenzaron a darme calor.
Mis sentidos se fueron concentrando en las distintas parte de mi cuerpo, empecé a descubrir sensaciones desconocidas que nunca me hubiera imaginado poder sentir. La excitación iba en aumento.
Percibía su olor y su calor cerca de mí.
La estimulación iba creciendo, haciendo desaparecer mi preocupación.
Mis pensamientos eran solo míos.
Solo se oía mi voz, pero sus palabras me susurraban al oído.
Sus manos, que eran las mías, aumentaban y disminuían la velocidad.
Un intenso caudal de sensaciones atraparon a mi cuerpo en una sola, ya no había marcha atrás.
El placer era solo mío.